jueves, 1 de enero de 2015

PILLARO "Diablada Pillareña"

Diablada de Píllaro fortalece su tradición en seis días de desfile

La banda de pueblo hace retumbar la tonada Píllaro Viejo. La euforia rebosa las calles del centro pillareño por donde el desfile de la Diablada hace su paso. Las parejas de línea, hombres y mujeres con vestidos multicolores, bailan, así como lo hacen los hombres ataviados con trajes que se identifican con el diablo. Lo especial de ellos son las máscaras, cada una tiene una característica personal.


Bailan también las guarichas, hombres vestidos como mujer que coquetean con el público, y los capariches, que abren paso con escobas.

Entre el martes 1 de enero y hoy, trece comparsas –conocidas como partidas y formadas cada una por unas 300 personas– danzan por las calles del cantón, en sus comunidades y en las casas de los cabecillas. Es la Diablada Pillareña, que desde hace dos años ostenta el reconocimiento de Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador.

Entre las 13:00 y las 18:00 se presentan, al son de las bandas de pueblo, alrededor del parque central de este cantón de Tungurahua. Asisten cientos de turistas nacionales y extranjeros.

Pero este año tuvo una connotación especial. Según Ítalo Espín, jefe del departamento de Cultura del Municipio de Píllaro, para mantener y fortalecer la tradición de la Diablada, se acordaron varios compromisos con los cabecillas de cada grupo. Estos se aplicaron en los desfiles de esta semana.

Así, cada partida debió salir por lo menos con diez parejas de línea, a quienes se las considera parte importante de la Diablada, pues representa “el remedo que se hacía de la aristocracia de la época de la colonia, en donde se asegura se inició la comparsa”, dice Espín.

“Esto, porque en los últimos años ha habido una decadencia, porque se pensaba que solo era que en las partidas había personas que se vestían de diablos y que salían bailando con las bandas de pueblo y punto”.

Además, este año se exigió a que las bandas de pueblo fueran coordinadas por los cabecillas, para decidir la música. “Anteriormente se entonaban ritmos contemporáneos que nada tienen que ver con esta tradición”, refiere el funcionario.

En todos estos días, los grupos cumplieron también el compromiso de llegar bailando desde las comunidades o barrios hasta el parque Central, hasta antes de las 14:00. Luego de la presentación también danzaron en sus sectores.

Este año, las partidas participantes fueron: Tunguipamba, Marcos Espinel, Guanguibana, Cochaló, San Vicente de Quilimbulo, Robalinopamba, Nuevo Rumihuayco, La Elevación, Guanguibana La Paz, Chacata El Carmen, La Florida y la escuela Municipal de Danza.

José Luis Jácome, cabecilla de la partida de La Florida, manifiesta que su grupo volvió a participar a los cuatro años y considera positivo que se haya llegado a compromisos para fortalecer esta tradición.

La Diablada Pillareña, además de atraer a turistas, también es símbolo de reencuentro familiar, pues llegan cientos de migrantes que radican en EE.UU. o Europa. Aunque este año vinieron pocos –según dicen– debido a la crisis económica que afecta a Europa.

Una de las que sí estuvieron fue Jenny Cali, quien hace seis años se fue en busca de mejores días a España y se radicó en Mallorca. Durante todo ese tiempo añoraba regresar a Píllaro para compartir con su familia las festividades de fin de año y la Diablada. “Allá no se dice nada de esta fiesta tradicional de nuestro pueblo, pero entre los ecuatorianos cada año nos acordamos de cómo es”, afirma.

Jenny estuvo el pasado jueves junto a la partida de Guanguibana La Paz. En el descanso, luego de la primera presentación alrededor del parque Central, ella se unió a algunos de los personajes y a la gente de la comunidad, y no paró de bailar al ritmo de la banda 8 de Septiembre. “Es que la música ecuatoriana es contagiante, le llega al sentimiento y hay deseos contenidos de años, este es el momento de sacarlos”.

La mujer, cuando vivía en Píllaro, bailaba en la partida de Tunguipamba como pareja de línea. Afirma que hay decenas de coterráneos y de otras partes del país, especialmente de la Sierra, radicados en España, que quisieron estar en estas fiestas, pero que no pudieron por la difícil situación económica por la que atraviesan.

Entre los que asistieron a presenciar la Diablada también estuvo Víctor de Beer, ciudadano de Estocolmo, Suecia, acompañado de una familia quiteña. Refiere que le gustó mucho el ritmo de baile de los personajes y la música ecuatoriana tocada por la banda de pueblo. Lo que más le impresionó fueron las máscaras de los diablos.

Se colocan plásticos como techos para protegerse. Además de la banda de pueblo, en el lugar está instalado el disco móvil Sonido Máster y se forma un mano a mano, que se extiende hasta la madrugada.

Sandra Yépez, del grupo de Tunguipamba, menciona que es tradicional que luego de las dos presentaciones en el centro cantonal acudan a sus comunidades o barrios de origen, en donde se organiza una fiesta para todo el pueblo, con licor, comida y fuegos artificiales.



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